"Causa mapuche tiene convicción, identidad y fuerza mayor a otros movimientos"
Por Ana Rodríguez Silva
En entrevista con El Mostrador.cl, el Premio Nacional de Historia 2006 cuestiona decisión de Bachelet de priorizar el ”orden público”, pues la respuesta puede ser ”más violenta”. Afirma que idea de gobierno ciudadano fue un eslogan, pues si ”hubiera hablado en profundidad sobre lo que significa gobernar con los ciudadanos, habría tenido que dar vuelta el modelo”.
Un profundo malestar interior en la sociedad chilena es lo que el historiador y sociólogo Gabriel Salazar presenta como explicación a las formas de manifestación que hoy se están visualizando en el país. “Evidentemente, el sistema está trabajando con una crisis larvada, en que el conflicto en general se ha subjetivado”, asegura.
Algo que le parece natural dentro de una lógica histórica, en que los parámetros macroeconómicos aparecen alentadores, pero los indicadores de desarrollo humano muestran un malestar que sigue reproduciéndose. “El conflicto ahora no revienta como en las otras democracias, como un conflicto del espacio público, callejero, de masas, político, un conflicto objetivado. Sino que revienta hacia adentro y eso se ve en el incremento de la violencia doméstica y del delito contra las personas, característico de los sectores populares”, dice.
Según Salazar, esta inclinación hacia la violencia estaría complicándose cada vez más con el conflicto mapuche, “que se ha convertido en ‘el’ movimiento social del país y además con una convicción, una identidad y una fuerza que ningún otro movimiento popular puede tener hoy en Chile”.
“La muerte de este joven (Matías Catrileo) y la relativa militarización que está ocurriendo en el sur está creando un escenario duro. De hecho la juventud universitaria –la contestataria, la crítica, la que está descontenta- tiende mucho a apoyar el movimiento mapuche, ven allí un modelo de acción”, dice el Premio Nacional de Historia 2006.
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El modelo implosiona
Según Salazar, actualmente existe un grado de explosividad y violencia latente que puede estallar fuerte por el frente mapuche y que en la zona central se observa en lo delictual. “En los últimos diez años la Concertación ha incrementado en un 122% el presupuesto en seguridad pública y sigue invirtiendo. Pero la delincuencia ha incrementado en esta última década también en un 122%, entonces no tiene ningún impacto real”.
Esto porque se transforma el modelo existente en uno policial y se intenta legitimar mediante la seguridad ciudadana que confiere Carabineros. En ese sentido, a Salazar le parece casi obvia la idea del Gobierno de priorizar en este “segundo tiempo” el orden social, aunque “revela la enorme ingenuidad de la Concertación de responder mecánicamente a los requerimientos del modelo. Nadie se atreve a plantear el tema de fondo, ni siquiera los mapuches”, asegura.
-¿Por qué esta molestia se manifiesta hacia adentro?
-Porque no hay canales de expresión, no hay una izquierda donde hoy en día se puedan volcar militantemente los resquemores, las rabias, las frustraciones. Tampoco hay una ideología a la mano con sentido pragmático. No hay alternativas de dónde agarrarse. Por lo tanto, sobre todo cuando estás trabajando en empresas donde no existen grandes sindicatos, no hay posibilidad de organizarse por la vía laboral como en el pasado.
Es así como el fracaso ante el mercado se asume como un fiasco propio. Algo que antes no sucedía, pues se culpaba al sistema, dice Salazar. “Luego es el fracaso frente a la familia: ya no eres el proveedor. Eso es algo subjetivo, crea una psicosis interna y frente a eso el sistema queda limpio. La cantidad de violencia que eso está incubando, en la medida en que pueda politizar, da miedo porque no se sabe para dónde puede ir”, explica.
- ¿Sería entonces esta nueva prioridad del Gobierno una defensa anticipada ante la posibilidad de que emerja una movilización social?
-Es porque (el Gobierno) no tiene política. El modelo neoliberal en Chile se aplicó tan ortodoxa y perfectamente, que no tiene posibilidad de reforma. Por ahí la Concertación no puede hacer más y cualquier propuesta significativa desde el punto de vista histórico tendría que ser una propuesta anti modelo y ahí no se atreven. Se pudo haber hecho frente a los mapuches, era la oportunidad para sacar una política de carácter histórico y de fondo. Por eso están aplicando una ley policial.Si hubiera un movimiento más grande, la respuesta sería del Ejército. Por algo están militarizando el sur.
-¿Qué tan peligroso resulta condicionar o amenazar las manifestaciones ciudadanas?
-Es peligroso para el mismo sistema, porque el “policiamiento”, mientras más duro y seco sea, la respuesta de los grupos delictuales va a ser más violenta. Se genera una espiral de violencia que es peligroso para el sistema más que para la izquierda. La mayor parte de los jóvenes que se involucran en estos grupos delictuales, de barras bravas, de tribus urbanas, son en mayor parte niños huachos.
Estos niños tienen una frustración afectiva muy grande y buscan protección en redes fraternales, pandillas. Ahí encuentran solidaridad, más que nada de los mayores, que los protegen y ayudan. También lo encuentran en los dirigentes de los clubes deportivos y en los profesores de las escuelas primarias. Son niños que se van formando en una solidaridad horizontal y toda la violencia la descargan contra el sistema. Entonces hay dos elementos: cabros formados en frustración y rabia contra el sistema y en solidaridad lateral. Ambos ingredientes son típicamente la base de un revolucionario.
El Gobierno Ciudadano
Según Salazar, la supuesta participación civil en la práctica no es tal. “La palabra participación la usan mucho para que los pobladores participen en la construcción de una multicancha, pero no existe en la Constitución, no hay ninguna ley que garantice la participación ciudadana. Hay un proyecto que descansa hace años en el Congreso y nadie lo toca”.
-¿No parece una contradicción plantear un gobierno ciudadano y a la vez imponer mano dura contra las manifestaciones sociales?
-Bachelet tuvo una idea inicial, tiró un slogan y se quedó maniatada para avanzar. Además ella no es una estadista. Es simpática, inteligente, gran analista política, pero no tiene la estatura de un gran estadista que proyecta país para adelante.
Si hubiera hablado en profundidad sobre lo que significa gobernar con los ciudadanos habría tenido que dar vuelta el modelo. Eso implica descentralizar, generar un Estado más federal, mayor participación real. Como no podía hacerlo, se quedó en el lenguaje, en la simpatía.
A lo más que ha llegado es a crear comisiones que no son estrictamente ciudadanas, sino que implican cuoteo político de todo tipo. Sus comisiones han sido un mal ejemplo de que los ciudadanos cogobiernen, porque en rigor eso no ha pasado. Ella perdió su chance, ahora está sobreviviendo. Es una pena que siendo mujer se haya quedado sin proyecto de gobierno y con una Concertación que se le desarma. Eso va en desmedro de la confianza hacia las mujeres.
-¿Cómo explica el surgimiento de este ideal de gobierno que se planteó desde un principio?
-Ella no estaba pensando en un proyecto más de fondo, para eso se requeriría haber pensado toda la historia de Chile al revés: de abajo para arriba, no de arriba para abajo. Ni ella ni la mayoría de los políticos hicieron eso. Si bien mucha gente ahora está pensando en esa línea, todavía somos pocos para dar vuelta la tortilla. A ella se le ocurrió porque se disparó en las encuestas solita, fue el apoyo espontáneo de la gente. De ahí salió la idea, pero eso no significa tener un proyecto de fondo en que la sociedad civil gobierne.
-¿Cuál es la consecuencia de la creación de comisiones frente a los movimientos ciudadanos?
-Indudablemente el movimiento de los pingüinos es una de las cosas más importantes e inéditas que han ocurrido en Chile en el último tiempo, por la forma en que organizaron los cabros, la masividad del movimiento y sobre todo por su formación interna, en que la asamblea manda y no hay dirigentes, sino voceros. Eso es realmente que la ciudadanía mande. Ellos lo impusieron como una explosión desde abajo, lo que es notable. Y ningún político leyó eso, todos leyeron las peloteras callejeras y llenaron las noticias con eso. Entonces ella responde con esta comisión, pero ahí se diluyó todo. Fue echarle agua a un barril de pólvora. Y sin ningún resultado práctico.
-¿Cuál sería entonces el problema con el ejercicio ciudadano en Chile?
-Básicamente que no hay tradición. Hubo, pero se olvidó. Hubo una enorme actividad ciudadana entre 1823 y 1829. Como ganó Portales con un golpe de Estado y Barros Arana se convirtió en un gran constructor de mitos en torno a él, hundieron la tradición ciudadana y la tildaron de anarquismo. Entre 1919 y 1925 también hubo ejercicio de ciudadanía, pero fue tapado y olvidado.
En Chile no hay memoria ni experiencia de participación ciudadana, no se sabe que la soberanía se ejerce y no es una definición de una Constitución. Construir ciudadanía es una tremenda tarea educativa que el Estado no va a hacer, se tiene que hacer de manera informal
-¿A través de la autoeducación?
-Claro, que se manifiesta a través de los cordones de educación popular que existen en todo Chile, en las actividades solapadas que hacen en las universidades los intelectuales y los estudiantes. Ahí se está formando ciudadanía.
Ahora hay algunos pillos que quieren cortar la educación popular y meterla desde el Gobierno, lo que es absurdo porque nadie puede enseñar educación popular desde el Gobierno, contra el Gobierno.
25 de enero 2008